Las etiquetas de un determinado producto nos ofrecen información del mismo. En nuestro día a día tendemos también a etiquetar acontecimientos y personas para tener una comprensión más sencilla y rápida de lo que nos sucede.
Pero en esta forma de actuar puede haber una trampa. En más de una ocasión nos dejamos llevar por nuestra tendencia al etiquetado y corremos el riesgo de proyectar sobre las personas características que no son sino simplificaciones propias y sencillas de la realidad. En definitiva abonamos el campo del prejuicio y las ideas preconcevidas, con el consecuente riesgo de interpretar la realidad que nos envuelve como algo inamovible e incuestionable.
"En algún momento, en algún lugar, crees que algo es verdad y te agarras a ello de tal manera que aunque la propia verdad venga a llamar a tu puerta, no le abrirás".
Quizás pues, sea interesante dejar entreabierta esa puerta y no llevarnos por el peso de nuestras etiquetas.
Pero en esta forma de actuar puede haber una trampa. En más de una ocasión nos dejamos llevar por nuestra tendencia al etiquetado y corremos el riesgo de proyectar sobre las personas características que no son sino simplificaciones propias y sencillas de la realidad. En definitiva abonamos el campo del prejuicio y las ideas preconcevidas, con el consecuente riesgo de interpretar la realidad que nos envuelve como algo inamovible e incuestionable.
"En algún momento, en algún lugar, crees que algo es verdad y te agarras a ello de tal manera que aunque la propia verdad venga a llamar a tu puerta, no le abrirás".
Quizás pues, sea interesante dejar entreabierta esa puerta y no llevarnos por el peso de nuestras etiquetas.
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