Hay que ver qué mal va todo. La culpa la tienen esa panda de políticos que sólo piensan en enriquecerse, se olvidan del bien común y sólo piensan en su propio beneficio. ¿Y los banqueros? ¡Ay, madre! De esos mejor ni hablamos. Menuda panda de sinvergüenzas, que han llevado al país a la ruina... y bla, bla, bla. Y si seguimos con los mercados... ¡qué barbaridad! No tengo muy claro lo que son o lo que dicen que son, pero son unos auténticos demonios. Y si sumamos a lo anterior al ogro de las farmacéuticas, ¿para qué queremos más? Todos los malvados del mundo, como si de un cómic se tratara, retratados en un sólo párrafo.
¡Me canso! Es sólo un párrafo y acabo agotado después de escribirlo. ¿En qué espacio de la nube anterior estoy yo? ¿Dónde queda cada uno de nosotros en esa maraña de tópicos poco rigurosos? ¿Quién ve algún atisbo de solución en el párrafo anterior? ¿Dónde están las propuestas? ¿Dónde las alternativas? Yo no las veo. Y lo peor de todo es que tampoco las veo en las pancartas de las manifestaciones, ni en las declaraciones públicas de muchos, ni en las privadas de otros pocos.
Es posible que esto suceda porque lo más cómodo es buscar siempre el enemigo fuera, como algo ajeno completamente a nosotros, único reducto de pureza y saber hacer. Lo difícil, lo que requiere más dosis de preparación, reflexión y esfuerzo, es analizar los problemas con mayor detenimiento, y con más sentido de la responsabilidad individual y colectiva. Lo demás son eslóganes que no nos llevan más allá.
El cambio empieza por uno mismo y requiere un elevado grado de autoexigencia. El resto, son excusas.
Como dijo Gandhi, "sé el cambio que quieras ver en el mundo": una forma activa de intentar mejorar las cosas.