No paramos de quejarnos. Seguro que no pasa ni un sólo día en que no haya salido de nuestras bocas alguna queja. Parece que estamos abonados a una dosis diaria de victimismo y desánimo. Como ejercicio podemos contar las veces que en un día cualquiera nos quejamos por alguna cosa. Seguro que nos sorprendemos.
Puede que a muchos les resulte interesante ver sólo lo malo que nos rodea y lo mal que todo está. Yo prefiero intentar hacer algo para cambiar aquello que no me gusta, aunque sea a pequeña escala. Decía Gandhi que hemos de ser el cambio que queremos ver en los demás, y no puedo estar más de acuerdo.
En el momento en que nos convenzamos de ser los actores de nuestra propia vida, considerarnos responsables de nuestras acciones y dejemos de buscar tantas excusas fuera, seguro que a partir de ese instante las cosas empezarán a cambiar para mejor.
Tú eliges: ¿qué puedo hacer para solucionarlo? vs ¿quién tiene la culpa de esto que me pasa?
En cualquier caso, siempre puedes recurrir a Emilio Duró cuando necesites una inyección de optimismo aderezada con buen humor.